jueves, 22 de diciembre de 2011

Boca abajo, boca arriba.

Boca abajo. Silencio, respiración oscura y el largo cabello revuelto. Un brazo debajo del cuello. Una pierna estirada, tensionada por completo y la otra, relajada, abriendo el espacio a la femineidad pudorosa, oculta, protegida. Un leve movimiento del abdomen que logra estremecerme desde dentro. Las sábanas se entremezclan con la piel. Pareciera generarse una propia sinfonía en ese minúsculo rincón del mundo. La respiración profunda nace y muere a cada momento. Un hombro se levanta, miro hacia la puerta, tengo unos minutos más. No sos tan puntual. Me conecto con mi sangre, mis músculos, mis venas. Mi propio calor. No tengo el control. El cuello, los hombros van generando pequeños movimientos tímidos, cortos, espasmódicos. Es el placer de desprenderse de la lógica del romance. Con el antebrazo toco mis pechos, se endurecen. Me sonrojo, pero no me importa. Mi cola se levanta y baja. Es pura ansiedad animal de tenerte. Empiezo a recorrerme, suave, con algo de presión sobre la piel. Comienzo por los brazos, ese rincón al costado de los pechos, los aprieto cada vez más fuerte y pellizco mis pezones, acaricio mis costados, mi espalda... Siento mucho calor, demasiada humedad… llevo mis manos hacia abajo y toco mis labios, carnosos, mojados y ansiosos. Amar el cuerpo, enamorarme y seducirme a mí misma. De eso se trata, es egoísmo puro. Desear mi propia piel.
Es el momento previo a hacerte el amor. Pero no a enamorarte. Hacer el amor implica respetar, proteger, desear y dar placer al cuerpo del otro. Es solo una cuestión corporal, sanguínea, no hablemos de sentimientos. Espero con ansias que llegues. Todo mi cuerpo clama por tu nombre,…………... En ese momento no fumo, no bebo, no tengo otro vicio más que tu cuerpo.
Te miro. No puedo evitar sonreír, estoy feliz. Vuelvo a mi posición inicial. Boca abajo. Venís con tus manos, recorres mis piernas, subís lentamente. Me vas besando, los muslos. Me lamés muy suavemente. Subís y me besas en la mejilla. No hay nada más honesto que eso. Gira tu cuerpo sobre la cama. Vos sos de los que aman estar boca arriba. Yo te beso, un largo rato, mientras vos me acariciás de una manera un tanto adolescente. Me gusta tener el control. Ser la asesina de lo que queda de tu niñez.
Boca arriba cerrás los ojos…
En cuestiones de sexo todos tenemos nuestras armas, movimientos estratégicos con los que ganamos la partida. Yo tengo mi boca, mis labios únicos que te vuelven loco. Puedo besar cada centímetro de tu piel. Puedo lamer cada uno de tus rincones. Con mi boca tomo posición de tu cuerpo. Primero tus dedos, uno, dos… todos… Luego tu cuello, bien por detrás, en la nuca. Y voy a hacia tu ombligo. Me detengo unos minutos. Te miro y te reís. Bajo con los labios apretados y con mis manos tomo tu hombría. Tu pene es la culminación de mi ser mujer. Es la parte de tu cuerpo que al tocarla me hace temblar. Lo beso, lo chupo, lo muerdo. Sos mío. Y no tenés escapatoria. 
Somos amantes generosos. Esa es la única conexión entre amor y sexo.
Boca abajo.
A mi me gusta tenerte detrás. Me agacho, me sostenes con tus brazos. Sos el contrapeso de mi humanidad. Me estiro, me relajo. Te siento, tus dedos en mi, dentro, muy dentro. Uno, dos… todos. Sos vos, mi contraparte. El cuerpo exacto que ancla mis sentidos. Tu cuerpo está hecho a la medida de mi cuerpo. Me acaricias, me tapas la boca con tus manos porque no puedo evitar gemir, sacar afuera la faceta más animal, irracional que tengo. ¿Es posible que exista en esta vida una sensación más real que la que me das al penetrarme? No lo creo.