lunes, 14 de marzo de 2011

debería de haberme quedado sólo con el dulce recuerdo...

velocidad...

A diferencia de otras ciudades, Buenos Aires es sólo tiempo.
Rápido, rápido, rápido, igual llego tarde a todos lados, porque estoy cerca y entonces me confío. No tengo en cuenta el afuera, ni mis coterráneos, aunque de vez en cuando veo a alguien caminando demasiado lento... y sonrío.
Buenos Aires me ha marcado por encima y por debajo de la piel... Me ha puesto un tornillo en la nariz para que tenga otro orificio para respirar y no me quede sin aire en el camino. Otro tornillo en la oreja para que pueda bloquear los ultrasonidos de la urbe y no me distraiga al caminar. Otro más, en el ombligo, que actúa como un localizador y no deja que nunca pierda el centro. Me ha tatuado en la cintura una encantadora de sueños y su acompañante para que nunca pierda la esperanza y no me sienta sola (aunque solo sea una fantasía); una lluvia de otoños en la espalda, el pasado detrás y un lugar dónde volver... y me dio 18 mariposas en la pierna, que me arrastran, laten, chillan y nunca se ponen de acuerdo hacia dónde ir.
Buenos Aires corre. Pero no me atropeya, aún.
Mi problema con la velocidad es que no va de la mano con la soledad. Me apabulla por momentos y no encuentro rincones para tejer. No me importa correr, me importa tener un lugar dónde llegar...

domingo, 13 de marzo de 2011

colores

Este último tiempo viene teñido de tonos rojizos. Casi siempre es un bordó ácido, otoñal, de esos tipo ladrillo. Hubo también un par de gotitas brillantes, no muchas, de un rojo al estilo cherry. Pero generalmente es el bordó, doloroso bordó. Como si algo que hubiese estado guardado, muerto muy dentro mío supiera a ese bordó, agrio, sabor a sangre en los labios que no sé describir con otra palabra. Ha dolido más días de los necesarios ese bordó. Ahora que recuerdo hubo una noche que fue verde manzana, gris y negra, de esas combinaciones que suelen encantarme tanto a mí. "Lameme verde manzana, mordeme con tu gris que todo después se vuelva intenso negro y se pierda en mis memorias." ¡Qué suerte que no había uno naranja! Bah! Si había, mezclado con un gris ronroneante... ¡Cuán frágil es la memoria! Bordó de vino tinto, mezclado con un lila bastante oscuro. Muchos días de bordó, y entre ellos se intercalan unos verdes materos amigos y un cervercero dorado. La vida se parece, para mí, a una pantonera. Esas guías de colores para imprenta, donde uno puede ver y generar nuevas combinaciones. Algunas más primaverales, otras muchas más intensas. Magenta! Cian! Amarillo! Yo quiero dejar un poco el bordó, es sólo que estuve-estoy muy acostumbrada a él. Yo no sé decir las cosas con palabras, pero las intento decir con colores.

Ahora es hora, se va a abrir la puerta en un instante.
Sucede. Él entra en la habitación con toda su impaciencia, vocifera palabras muy rápidamente y yo no llego a entender/escuchar. Tampoco tengo mucho interés en preguntar. Mira hacia los costados, ahí está ese punto negro parlanchín, arisco y compañero... mi gata. Más allá, los pinceles, yo intentaba hacer ese cuadro, quería que naciera. Muchos pinceles con verde, un par con celeste. No soportó verlos a la interperie sobre la mesa y los mezcló en un vaso con agua. "Para limpiarlos", me dijo. "No entendiste nada...", pensé.