La una lo vio todo, lo lloró todo, lo descubrió todo. Y en el camino perdió la capacidad de asombro.
La otra se la pasa jugando, no conoce de realidades sólo de sueños fugaces.
La una conocía de ventanas, de barreras y obstáculos. Creció de golpe y supo demasiado pronto del dolor.
La otra conoce de los espacios, la música y la risa; pero no se compromete, no sabe nada de responsabilidades.
La una, la primera, la original se quedó guardada en un cajón y allí la cuidamos, entre algodones, a veces sin querer le tiramos una media o un rulero... no la vemos acurrucada, es muy pequeña aún.
Tal vez algún día la una y la otra vuelvan a ser una sola. Supongo que pasará mucho tiempo en el camino.
Por ahora me voy con Abril a chapotear debajo de la lluvia.
Gracias Luis Alberto Spinetta.
Hace 13 años