martes, 21 de junio de 2011

Fantasía 1.

Siempre tengo el mismo deseo recurrente. Siempre desde una de las últimas veces que te vi y jugamos a hacer de cuenta que somos amigos desde siempre. Siempre son ocho años, o diez. Dejé de recordarlo como tantas otras cosas. En realidad no sé nada de vos, ni mucho ni poco. Nada. Y eso alimenta mi deseo. Porque si te conozco tal vez me enamore de vos o, lo más probable, me desilucione, como con todos. Y prefiero, en verdad, no enamorarme ni desilucionarme. Prefiero soñarte, desearte, convertirte en mi amante todas las noches... sí, todas. Porque el invierno es duro y la soledad también.
Entonces vos cruzás el pasillo interminable hasta la puerta de mi cuarto. Yo siento tu respiración desde este otro lado. Y te ansío.
...
Siento tus manos y huelo tu piel. Vos solamente sabés qué es lo que yo necesito. Como si tus dedos fueran los míos, como si me conocieras tan bien como yo misma.
Vos no necesitás invitación. Estás más allá del tiempo y la distancia, aunque suene trillado. Te multiplicás. Estás en mi cuello, entre mis cabellos, en mis labios, en mis muslos, en mis rincones. Sos el único (en mi fantasía), siempre te lo digo.
Bajo mis uñas están las capas de tu piel. En mis mejillas el rimel corrido.
No quiero que seas real. Tus besos son demasiado perfectos para serlo. La manera en que me tomás por la cintura y me doblegás a tus instintos.
Ahora existís más que yo. Tenés cada movimiento calculado para hacerme tuya todas las veces del mundo.
Yo te muerdo.
"Cojeme". Es una orden y un placer. Una obligación y un derecho. Cojeme, por favor. Hasta dormir.